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27/2/11

GOZO EN EL SERVIR



Filipenses 2:1-18

Sin duda alguna tenemos infinidad de motivos para estar gozosos, en diversas circunstancias y en diferentes etapas de la vida, pero siempre puede existir un motivo para tener gozo por algo, o por alguien.

El pueblo cristiano debe tener gozo en el servir a Cristo, en obedecer y aplicar a su vida la palabra de Dios. Debe imitar la humildad de Cristo.

Pablo escribe a los Filipenses diciendo que espera en el Señor Jesús enviar pronto a Timoteo para que él también esté de buen ánimo al saber de ellos.

Puesto que Timoteo estaba con Pablo en Roma cuando estaba preso, inclusive cuando se fundó la iglesia ahí esta Timoteo con Pablo. Este joven había sido correctamente instruido en el evangelio de Cristo por su madre y su abuela. Conocido como el hijo de Pablo en la fe.

De muy buen ánimo para servir al Señor, en todo y a pesar de todos los riesgos y peligros, exponiendo su propia vida siempre con la disposición de agradar y servir a Dios. Porque no todos en la iglesia tenemos esa buena voluntad, por eso Pablo expresó que había otros que buscaban lo suyo propio sin mostrar gran interés por la obra de Dios.

Generalmente, niños, adolescentes y adultos, tendemos a imitar ciertos patrones de conducta en el mundo, sobre todo en la modernización que nos está tocando vivir, y sin duda alguna; es mucha la tendencia y facilidad para imitar lo malo y hasta se generan alianzas para este tipo de prácticas, para hacer daño a la sociedad, al prójimo.

Pero el pueblo de Dios jamás debe tomar como modelo al ser humano, y mucho menos para hacer lo incorrecto delante de Dios. El ejemplo digno de seguir y de imitar es Cristo.

El pueblo cristiano debería unirse en contra de todo aquello que pudiera destruir su integridad como nación santa, como pueblo escogido de Dios. Debemos estar en contra de todo aquello que amenaza nuestra fraternidad como cristianos. La unidad contra todo aquello que está en contra de nuestro compañerismo y amor en Cristo.

Pablo estaba contento con todo lo que le había sobrevenido y lejos de quejarse decía: “completen mi gozo”.

Dios se goza cuando su pueblo unido, todo lo hace por amor, y dice cómo es que debe trabajar una iglesia, sin contiendas, ni vanidad, previene al pueblo cristiano de cuidarse de ser alabados, o estimados más que otros, porque esto los destruye. Ante todo, debe existir la humildad. Recordemos que nuestro corazón es engañoso y nos hace sentir cosas que no son verdad, pues Dios mismo nos dice que es perverso y que solo él lo conoce. Por ello la advertencia de estimar a los demás como superiores a nosotros mismos.

Ser humilde, es tener una clara autoevaluación de nosotros mismos. Romanos 12:3.

Nadie debe tener un concepto más alto de sí que el que debe tener, y usted y yo debemos tener un claro concepto de nosotros mismos con humildad, y una característica de un cristiano así es reconocer siempre los derechos de los demás.

Todos los extremos son malos.

Una manera honesta y fiel es conocer la fuente de nuestra identidad y es Cristo quien nos da la personalidad y fuerza para que le sirvamos, y ante él nadie es más que nadie porque nos estima por igual a todos. Nos ve como personas de gran estima y valor delante de él y dignos de su servicio.

Si Dios ha permitido que tengamos cierto rasgo o grado de preparación académica, gloria a él por ello, pero que esto sirva para complementar solamente en la obra del Señor, y siempre de acuerdo a su palabra, siempre a su servicio. Porque Dios demanda de mí que mis acciones siempre sean estimadas en el bienestar de los demás.

Nos debe caracterizar como seguidores de Cristo, el pensar como él, así como Cristo pensó en usted, en mí y en la humanidad, y de tal manera nos amó que estuvo dispuesto a dejar su reino y su gloria, y venir a dar su preciosa vida en beneficio eterno. Haya pues en nosotros este mismo sentir, que hubo también en Cristo Jesús. Reflexionemos en esto: Si Cristo jamás defendió sus derechos siendo él mismo Dios, antes bien renunciando a toda su gloria y majestad, vino en defensa de nuestros derechos; ¿Porqué entonces miramos cada uno de nosotros por lo propio? Porque esto no agrada a Dios.

¿Cuál debe ser la mentalidad de un pequeño Cristo? El imitar siempre la humildad que a él le caracterizó, y quien tomó forma de siervo, y nosotros debemos tener esa mentalidad, que el único propósito por el que estamos en este mundo es para servir. Para evangelizar a propios y extraños, para compartir el evangelio glorioso de Cristo y su plan Redentor, para ir hasta lo último de la tierra y cumplir con la gran encomienda, para servir en todo tiempo, en toda circunstancia y a costa de nuestra propia vida, porque el estimarla demasiado, de nada sirve, puesto que el vivir es Cristo y el morir es completa ganancia. Pero hacerlo sin vanagloria como advierte Pablo, porque algunos predican así a Cristo, por vanagloria, pero a nosotros como cristianos genuinos, el amor por Cristo nos debe constreñir y el producir un gozo inefable el vivir para servirle

¡Qué bendición que el pueblo se arme de este pensamiento y sentir por los demás antes que por él mismo, sin contiendas ni murmuraciones. Filipenses 2:13.

Reflexión: ¿Cómo es nuestra actitud delante de Dios? ¿Servimos con gozo o con obligación?

Recuerde que nuestro estilo de vida tiene mucho que decir acerca de lo que verdaderamente existe en nuestro corazón. Y que los hechos, dicen más que los dichos.
¿Cómo es conocido usted en el contexto donde se desenvuelve?

¿Le conocen como un verdadero cristiano, como un cristiano a medias, o como uno más de los del mundo?


Que Dios nuestro Señor nos ayude a meditar y reflexionar en nuestro estilo de vida delante de Dios y de los demás, para que un día podamos presentarnos delante de nuestro Salvador como obreros aprobados sin tener nada de qué avergonzarnos.



Himno:

GOZO DA SERVIR A CRISTO

1.- Gozo da servir a Cristo
     En la vida al caminar,
     De alabanzas llena el alma
     Todo el día sin cesar.

CORO:
    Gozo tengo yo en servir a Cristo,
    Gozo que no tiene igual.
    Cada día puedo ver, que me da de su poder
    Llena mi alma de su gozo celestial.

2.- Gozo da servir a Cristo
     En la dicha o el dolor,
     Llena el alma de armonía
     Y le da santo esplendor.

3.- Gozo da servir a Cristo,
     Caminando con mi Dios,
     Es el Santo Jesucristo
     Que me guía con su voz.

4.- Gozo da servir a Cristo,
     Aunque reine oscuridad
     Pues en mi alma yo disfruto
     De divina claridad.

20/2/11

CUANDO EL MUNDO ENTRA EN LA IGLESIA



Por: Pr. Juan Hoyos

Vivimos momentos difíciles para la integridad de nuestras iglesias locales. Tenemos enemigos internos y externos muy activos. Vale recordar que nuestra lucha no es contra carne y sangre: 1ª Pedro 5:8; Efesios 6:12a.

Cuando decimos “iglesia”, nos estamos refiriendo a los creyentes, pero por extensión, también nos referimos al lugar donde nos reunimos para adorar a nuestro Dios, y es allí donde expresamos en comunión nuestras prácticas evangélicas, prácticas que basamos en la enseñanza novotestamentaria, más particularmente, en relación con la iglesia de Cristo: Efesios 2:20; 1ª Corintios 4:17; 7:17.

Sabemos que tenemos tres grandes enemigos de nuestras almas y de la iglesia el diablo, la carne y el mundo. Este último es un muy insidioso enemigo externo que ha logrado entrar en muchas iglesias evangélicas, con sus atractivos y formas que proceden del maligno, príncipe de este mundo.

Cuando decimos “mundo” nos estamos refiriendo al sistema terrenal bajo el cual Satanás ha organizado a la humanidad caída sobre sus principios opuestos a Dios, donde predominan el orgullo, el egoísmo y la ambición: Mateo 4:8–9; Efesios 2:2; 6:12, y las cosas que están en el mundo, tales como las riquezas, placeres y los honores.

El amor al mundo excluye al amor a Dios y no olvidemos que el mundo es efímero y transitorio.

El “mundo” engloba “los deseos de la carne”, ese vehemente deseo del hombre no regenerado centrado en sí mismo y opuesto a Dios: Romanos 7:18.

Los “deseos pecaminosos de los ojos”, que se refiere al imperioso apetito que domina nuestro cuerpo, alma y espíritu, a través del sentido de la vista: 2º Samuel 11:2; Josué 7:21; Salmos 119:37; “la vanagloria de la vida”, ese ostentoso despliegue de impiedad. Por lo tanto, el mundo malvado está en total contraposición con el infinitamente santo Dios.

Vemos que el “mundo” puede entrar en la iglesia por los sentidos:

Por el oído, tenemos a la música contemporánea, disfrazada con letras cristianas, con el consabido cliché: “para ganar almas”. La música del mundo ha penetrado hace ya muchos años en la iglesia, pero no es sino en estos últimos años que ha llegado a dominar e imponerse totalmente en muchas iglesias con todas sus manifestaciones de ritmo y melodía, a tal punto que los cultos se han convertido en show, con música estruendosa. Nosotros sabemos que la música no es neutral y por lo tanto, conlleva consecuencias funestas para la vida del oyente y de la iglesia.

Por los ojos, las modas, sobre todo en la vestimenta, recordemos que fue el diablo quien desnudó al hombre y a la mujer en el huerto de Edén inmediatamente después de la caída, exponiéndoles a la vergüenza: Génesis 3:7a; 2ª Corintios 5:3b. Los que elaboran los vestidos que luego se imponen como moda son reconocidos homosexuales y lesbianas, y para ellos, que siguen sus apetitos pecaminosos, no les es raro confeccionar vestidos según las órdenes de su maestro, para desnudar nuevamente al hombre y a la mujer y para confundir si identidad de género. Pero la moda no se reduce sólo al vestido, sino a casi todos los usos del hombre en su vivir cotidiano. Cuando un creyente o una creyente usa de estas cosas sin discernimiento espiritual y las usa también en la iglesia se convierte en un tropiezo, en escándalo para el evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

También el “mundo” entra en la iglesia por “la soberbia de la vida”, que se traduce en vanidad, religiosidad y tolerancia al pecado.

Sobre la vanidad, el Señor nos advierte que no debemos amar las cosas que están en el mundo, riquezas, placeres y honores. Asimismo, no olvidemos la advertencia del Señor a la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:17.

El mundo ha entrado a nuestras iglesias del siglo XXI a través de la religiosidad, que es una religión externa, fría, sin frutos, sin vida, no de la experiencia de fe, de fe diaria con Dios. Ay muchos creyentes no comprometidos en nuestras iglesias, creyentes del domingo por la mañana o por la noche, que no ejercen mayordomía de sus vida ante Dios.

Muchos creyentes son tolerantes del pecado, y cuando son confrontados con sus pecados se cambian de iglesia o hacen campaña para cambiar el pastor o neutralizar al predicador.

Muchas iglesias están adoptando la manera de ser del mundo para que la gente llegue a sus reuniones, sacrificando la fidelidad a la Palabra de Dios, permitiendo de esta manera que el mundo rompa las barreras de santidad, pureza y fidelidad a Dios.

Pero hay un antídoto contra el “mundo” que todo creyente debe conocer y toda iglesia aplicarse, para no ser contaminada por ella en Colosenses 3:1–2 que dice: “Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.

¡Buscad las cosas de arriba! ¡Poned la mira en las cosas de arriba!

Si el mundo está dominado por el orgullo, el egoísmo y la ambición y si se persigue las riquezas, los placeres y los honores, entonces, la iglesia conformada por cada verdadero cristiano, debe andar en pos del Señor, lleno del Espíritu Santo, no imitando al mundo, ni permitiéndole entrar. Debemos andar agradando a nuestro Señor en humildad, bondad, mansedumbre, amor, pureza, obediencia y santidad buscando en todo su gloria en nuestras vidas e iglesias, sólo así podremos rechazar la música del mundo, sus modas que son una expresión de la rebelión del hombre contra Dios, su religiosidad estéril y no podremos soportar ni tolerar el pecado en nuestras vidas, sino que nos esforzaremos en ser santos en toda nuestra manera de vivir: 1ª Pedro 1:14–16.

Finalmente, no olvidemos el consejo del apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5, versículo 4.

Una fe bíblica que hará que el mundo no nos atraiga ni entre en nuestras iglesias.

Amén.

13/2/11

LAS PRUEBAS EN EL PUEBLO DE DIOS

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Bienaventurado el varón que soporta la tentación

Santiago 1:12

Dios, de la misma manera que probó a su pueblo, nos prueba o permite que las pruebas lleguen a nuestra vida, porque de esta manera conoce nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestro amor por él y por su obra.

Las pruebas revelan lo que hay en nuestro corazón. Humanamente nos pueden medir por ejemplo la temperatura corporal por medio de un termómetro, y según los resultados será la aplicación de ciertos medicamentos para la sanidad física; pero para ver la clase de cristianos que somos, son necesarias las pruebas, y esta sería una forma de sanidad espiritual.

Dios estaba preparando al Patriarca; al padre de la nación de donde iban a emerger los grandes profetas, los grandes predicadores y los grandes maestros. El padre de quien iban a salir y cumplirse todas las promesas de Dios: Abraham.

A través de diversas pruebas Abraham fue probado, fue preparado, fue moldeado, porque así fue necesario para que se pudiera cumplir la obra redentora de Cristo en la cruz. (Hebreos 11:17).

Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, cuando le obedeció y salió de su pueblo y de su parentela en busca de la tierra prometida, creyó a Dios cuando le dijo que de él nacería un hijo a tan avanzada edad, y creyó cuando Dios le dijo que él sería el padre de muchedumbres. (Hebreos 11:8; Romanos 4:13, 22).

Le nace Isaac, y Abraham comprende que había valido la pena el haber creído, obedecido y confiado en el autor de la vida. ¿Qué tanto confiamos nosotros en Dios y en sus promesas?

Podemos mencionar tres grandes pruebas que Dios aplicó en la vida de Abraham:

1.- DIOS PROBO SU CORAZÓN

(2 Corintios 2:9)

Dios probó a Abraham con cosas que realmente no entendía, así pasa en nosotros, y Dios sabe porqué a veces nos prueba con cosas que son muy difíciles de entender para nosotros. Dios sabe que son necesarias porque éstas van a probar nuestra fe y fidelidad, qué tan dispuestos estamos a obedecer su palabra. (2 Corintios 8:8).

Probó a Abraham con el sacrificio de su hijo Isaac. Podemos pensar quizás: ¿Acaso Abraham no pudo dudar pensando que porqué Dios le estaba quitando ahora a su único hijo, cuando se le había prometido que a través de él serían las promesas?, ¿Acaso no pudo haber pensado Abraham que probablemente a Dios se le había olvidado la promesa hecha y que siendo ya viejo no podría ver quizás cumplirse tales promesas? Seguramente al leer este pasaje podemos preguntarnos muchas cosas al respecto, pero cuando conocemos la respuesta de Abraham, podemos darnos cuenta de la magnitud de la fe y confianza que este hombre tenía en Dios. Y las circunstancias en que a veces somos probados como cristianos son porque Dios está probando nuestro corazón. (Romanos 5:1-4).

Debemos tener mucho cuidado con aquellas “filosofías cristianas” que dicen que si somos cristianos vamos a tener solamente prosperidad económica, salud, bienestar etc. Esas son mentiras disfrazadas de Satanás que actualmente están engañando y cegando a miles y miles de personas provocando que con ello vayan al infierno creyendo que siguen el evangelio de Cristo. Sería muy interesante que en verdad escudriñaran las Escrituras y de manera espiritual llegaran al verdadero discernimiento de las verdades Bíblicas inspiradas de parte de Dios.

2.- DIOS PROBÓ SU AMOR

(2 Corintios 8:24).

Dios probó la caridad de Abraham. El corazón de Abraham estaba centrado en aquel niño, en su hijo. Dios se lo estaba pidiendo en sacrificio, probando con ello el amor de Abraham.

Reconsideremos esto queridos hermanos: ¿Qué es lo que revela nuestro corazón en realidad cuando vienen las pruebas de parte de Dios a nuestras vidas?

¿Verdaderamente mi actitud y la suya son de plena confianza y de obediencia a Dios y a su palabra? ¿Nuestras acciones y pensamientos están centrados en que lo que pasa en nuestra vida cristiana es porque Dios lo permite y porque estamos seguros que todas las cosas nos ayudan a bien, y en esa confianza y seguridad descansamos? (Romanos 8:28).

¿Qué pide Dios de usted y de mí? La respuesta la conocemos, sabemos que debemos llevar mucho fruto porque en esto conocerán que verdaderamente somos sus discípulos. ¿Qué clase de fruto llevamos a los pies de Cristo?

3.- DIOS PROBÓ LA FIDELIDAD DE ABRAHAM

Cuando Dios le dijo a Abraham que en Isaac le sería llamada descendencia, y ahora estaba a punto de sacrificar ese único hijo, con esa plena confianza y amor en Dios, podemos leer a través de la Biblia que él no pronuncio una queja, una inconformidad hacia Dios por ese enorme sacrificio que le estaba demandando y eso nos muestra la confianza de Abraham hacia Él. Cuando miramos humanamente, vamos a ver lo material, nos afianzamos a ello y no nos es fácil dejarlo.

Cuando Dios habla y tenemos una base bíblica, no debemos tener miedo, solo debemos confiar y obedecer teniendo como base y sustento la palabra de Dios. Tenemos el hermoso y edificante ejemplo de Abraham.

Reflexión: Cuando Dios decidió mandar a su Hijo; era la revelación más grande que el hombre podía ver del corazón de Dios.

Dios está mirando hacia el mundo, y todo su amor y corazón hacia ustedes y hacia mí fue dado en el Señor Jesucristo. Y lo que Abraham hacía con el sacrificio de su hijo Isaac, era un presagio de que un día Dios iba a entregar a su propio Hijo, porque era la UNICA MANERA en que ustedes y yo podíamos tener acceso a la presencia de Dios. (Juan 3:16; Hechos 4:12).

¿Podemos pensar en esto? Cuando Abraham estuvo a punto de sacrificar a su único hijo, Dios estando seguro de la fidelidad de Abraham, detuvo su mano para que no lo matase. Pero… cuando Cristo fue sacrificado, no hubo quien detuviera su mano, porque en ese sacrificio estaba inmersa su salvación y la mía, y todo por el inmenso amor de Dios para con la humanidad. (Hebreos 11:17; Hebreos 12:2).

Que Dios nos ayude a reflexionar seriamente en esto. ¿Quiénes somos nosotros para que Dios en su Santidad pusiera sus ojos en nuestra miserable vida? ¿En realidad merecemos el enorme sacrificio de Cristo en la cruz dejando su gloria y su reino por venir a sufrir el más cruel de los tormentos para darnos la vida eterna? ¿No cree usted que bien vale la pena ir y compartir con otros el enorme amor de Dios y su salvación en Cristo Jesús? Dios le bendiga.