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Por: Pr. Nadir Carreño
“Si alguno viene a nosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!, porque el que le dice bienvenido comunica con sus malas obras.” 2 Juan 10,11.
Igual que Judas en su epístola, Juan advierte a los creyentes a los cuales les escribe que muchos engañadores han aparecido, introduciéndose hasta en las iglesias.
Estos no profesan la doctrina de Cristo, que sumariamente, es la siguiente:
Él es Dios mismo;
Él es hombre verdadero, por su nacimiento virginal, pero sin pecado;
Vivió una vida santa y obró muchos milagros;
Murió por nuestros pecados;
Resucitó con el mismo cuerpo con que fue crucificado y sepultado;
Apareció a los suyos durante cuarenta días;
Ascendió a los cielos, a la diestra de Dios;
y Volverá para llevarnos con él.
Si alguien pretende ser un cristiano y no tiene en todo o en parte esta doctrina, no debemos tener relación alguna con él y este es el primer principio de la separación bíblica.
1. Las Escrituras nos prohíben tener compañerismo alguno con los incrédulos en asuntos del Señor y especialmente con los apóstatas.
Los apóstatas (individuos, iglesias u organizaciones) son quienes en algún tiempo profesaron creer la Palabra de Dios, pero después le han dado vuelta la espalda a lo que decían creer. La mayor parte de la cristiandad actual es apóstata y esta apostasía se manifiesta especialmente en el abandono de la fe en la inspiración plenaria y verbal de las Escrituras y en la negación de la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.
2. Pero, además, claramente el Señor manda que denunciemos la apostasía.
A los apóstatas les enfurecen nuestras denuncias de su incredulidad y dicen que somos “negativos” y “destructivos”, pero el Señor nos dice:
“Y no comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas, antes redargüidlas.” Efesios 5:11.
“Redargüir” significa: “exponer”, “denunciar”, “mostrar al culpable”.
De modo que además de separarnos de los apóstatas debemos denunciar su incredulidad y advertir a los ingenuos ignorantes sobre ella.
Los apóstatas se presentan como campeones del amor, la tolerancia, la paz, como preservadores del medio ambiente y eliminadores de prejuicios. De ese modo disfrazan o hacen apartar la atención de su incredulidad y humanismo antibíblico. Es nuestra tarea desenmascararlos.
Hace años en Chile la crecida de un río se llevó parte de un camino y varios vehículos cayeron al abismo en medio de una lluvia torrencial. Los que al fin lograron frenar no se quedaron ahí felices de haber escapado de una muerte segura, sino que de inmediato hicieron todo lo posible para advertir a los que venían más atrás del peligro. Esta es una reacción normal. Igualmente tiene que ser en lo espiritual. Denunciar la apostasía no es ser negativos, sino obediente al mandato del Señor.
Esta denuncia debe ser hecha con seriedad y respeto, pero con extrema firmeza.
“Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” 2 Corintios 10:4.
3. El Señor requiere en su palabra que limpiemos la iglesia de apostasía, si eso es posible.
No nos dice que los fieles debemos abandonar la iglesia y dejar en ella a los apóstatas. Hay que ejercer disciplina para mantener la iglesia pura en doctrina y práctica. La razón por qué tantas iglesias son ahora apóstatas es porque no se ha eliminado de ella a los que se apartan de una recta obediencia en todo al Señor. El mal crece y termina por dominar la iglesia y entonces los fieles, en minoría, tienen que separarse de la iglesia.
Si no se expulsa a los malos de la iglesia, finalmente los malos expulsarán a los fieles.
Mientras sea posible estamos obligados a mantener la iglesia pura, por encima de sentimientos y un mal entendido amor y comprensión. Cuando los apóstatas consiguen el poder no muestran ningún amor, ni comprensión hacia los fieles, a menos que estos callen y sufran en silencio la erosión de las verdades bíblicas y las prácticas cristianas.
4. No podemos comprometernos en empresas espirituales conjuntas con los incrédulos.
El pasaje más explícito de la Biblia sobre la separación que Dios requiere a sus hijos es:
“No os juntéis en yugo con los infieles, porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el fiel con el infiel? ¿y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos y seré el Dios de ellos y ellos serán mi pueblo. Por lo cual: Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor y no toquéis lo inmundo y yo os recibiré y seré a vosotros Padre y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” 2 Corintios 6:14–18.
Como estamos en el mundo no podemos evitar realizar tareas en conjunto con incrédulos, pero lo que el Señor tan enfáticamente nos prohíbe es entrar en compromisos que nos aten con incrédulos en empresas espirituales. El pasaje se refiere a la justicia, la luz, la fe y el templo de Dios, todo lo cual es espiritual. Además Pablo aclara esto perfectamente en 1 Corintios 5:9–11:
“Os he escrito por carta, que no os envolváis con los fornicarios. No absolutamente con los fornicarios de este mundo o con los avaros o con los ladrones o con los idólatras, pues en tal caso os sería menester salir del mundo. Mas ahora os he escrito, que no os envolváis, es a saber, que si alguno, llamándose hermano, fuere fornicario o avaro o idólatra o maldiciente o borracho o ladrón, con el tal ni aun comáis”.
Hay algunos hermanos de fe sana que permanecen en iglesias apóstatas, porque son el único o casi único testimonio fiel en aquellas iglesias. El razonamiento humano les dice que deben permanecer allí, para que no desaparezca ese testimonio. Pero Dios dice otra cosa: “Salid de en medio de ello y apartaos”. Si alguien es verdaderamente fiel, debe obedecer a su Señor. Frecuentemente ese razonamiento humano es sólo una excusa para permanecer donde se desea continuar, casi siempre por razones sentimentales. La separación requerida por Dios tiene por objeto evitar el contagio de la apostasía. Es normal que una manzana podrida eche a perder a todas las que están en contacto con ella, pero nunca se verá que una manzana sana elimine la podredumbre de las que lo están.
Algunos, especialmente ministros, no se separan para no perder las ventajas económicas que tienen, pero el Señor ha prometido que cuidará fielmente de los siervos obedientes y tanto la Escritura como la experiencia confirman esto.
5. Debemos separarnos también de los hermanos desobedientes.
Esto es muy chocante para los que creen que obedecen toda la Biblia, pero cuyas Biblias parecen no contener Judas 3:
“… me ha sido necesario escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por la fe una vez dada a los santos”.
Y una gran cantidad de otros pasajes que directamente o por ejemplo, figura y por circunstancias históricas requieren lo mismo de los fieles.
Esto marca la diferencia entre un fundamentalista y un neoevangélico.
El fundamentalista cree toda la Biblia y se esfuerza con la gracia de Dios en obedecerla. Esto le lleva a ser:
a) Un ferviente evangelista; y
b) A edificar su propia fe y la de los demás creyentes; y
c) A defender teórica y prácticamente nuestra preciosa fe.
Es, por lo tanto, un cristiano militante. En realidad es simplemente lo que la Biblia llama un cristiano normal, a quien las circunstancias históricas han obligado a llamarse sucesivamente protestantes, evangélico y, finalmente, fundamentalistas.
El neoevangélico cree, a lo menos formalmente, y práctica los puntos a) y b), pero rechaza, por lo general apasionadamente, la fe militante y acusa a los fundamentalistas que denuncian la apostasía de perturbadores de la paz y, por separarse de ellos de faltos de amor”.
Por lo anterior el fundamentalista cree y practica, conforme con las Escrituras: “No os juntéis en yugo con los infieles”; “Salid de en medio de ellos”; “Apartaos”; “No toquéis lo inmundo”; “No comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien redargüidlas”.
El neoevangélico, en cambio, de acuerdo a su propio criterio y sin fundamento bíblico dice: “Permanece en”; “asóciate”; “infíltrate”; “dialoga”. La realidad prueba abrumadoramente que no son ellos los que infiltran las denominaciones liberales, sino que son ellos los que son contaminadas y arrastrados por la apostasía.
La Biblia abunda en exhortaciones a separarse de los hermanos desobedientes, como, por ejemplo:
“Si alguno enseña otra cosa (se trata de un maestro “cristiano”) y no asiente a sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, es hinchado, nada sabe y enloquece acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, malas sospechas, porfías de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que tienen la piedad por granjerías: APÁRTATE DE LOS TALES.” 1 Timoteo 6:3–5.
“Empero os denunciamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que OS APARTÉIS de TODO HERMANO que anduviere fuera de orden y no conforme a la doctrina que recibieron de nosotros.” 2 Tesalonicenses 3:6.
“Y os ruego, hermanos, que miréis los que causan disensiones y escándalos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido (obviamente personas de dentro de la iglesia) y APARTAOS de ellos.” Romanos 16:17.
Hay muchos hermanos desobedientes. Es el caso de los neoevangélicos su desobediencia consisten en negarse a separarse de la apostasía y en aceptar prácticas que degradan el culto debido a Dios. Si un fundamentalista cree que por ser hermanos no debe separarse de ellos, pronto será él también un neoevangélico y especialmente, él también estará desobedeciendo la orden de Dios y, por esa razón, estará indefenso contra el error de ellos.
Los pasajes citados y muchos otros similares no se aplican a situaciones particulares o casos individuales. Son para toda la iglesia y en todo tiempo. Nunca habrá amor verdadero con desobediencia al Señor y el ingenio de algunos para torcer la enseñanza de la Biblia no cambia el hecho.
Nos dicen también los que rechazan separarse de los hermanos desobedientes que estaremos juntos con ellos en el cielo. Deseamos que esto sea verdad. Pero en el cielo habrá quienes lleguen allá a duras penas, como quien escapa de un incendio sólo con lo puesto y estarán también los que sobreedificaron sobre el fundamento de Cristo oro, plata, piedras preciosas, como nos enseña 1 Corintios 3:11–15. Estos materiales preciosos no son abundancia de almas traídas a la iglesia, supuestamente salvas, sino la fidelidad con que habremos trabajado para el Señor, según Mateo 25:21 y 23 y Lucas 19:17 y 19.
Los que confían en las “grandes” obras que han hecho deben recordar siempre Mateo 7:21–23.
6. Algo que nunca debemos olvidar es que la obra del Señor hecha con fidelidad produce buen fruto, mientras que la obra hecha de acuerdo a los principios meramente humanos puede producir tanto buenos como malos resultados.
¿Quién no sabe de las campañas masivas de evangelización de Billy Graham, Luís Palau y otros y de los miles de almas presumiblemente salvadas en ellas?
Ante esto debemos tener presentes que Dios no nos juzga por los resultados obtenidos. El Cristianismo no es pragmático. El Humanismo lo es. El Cristianismo Bíblico coloca bajo la autoridad de Dios. El nunca nos ha mandado cooperar con la apostasía y luego evaluar los resultados. Al contrario, lo que nos manda es: “Salid de en medio de ellos y apartaos”.
Hay que tener presente que cuando se evalúan los resultados, hay que evaluarlos todos.
Por ejemplo: una campaña ecuménica de evangelización puede ser usada por Dios, en su soberanía, para que se salven algunas almas. Eso es bueno. Pero también puede, por su carácter cooperativo, borrar la línea de separación entre los fieles y los infieles. Esto es malo.
También los salvados son enviados a cualquier iglesia que ha cooperado con la campaña y muchas de esas iglesias son incrédulas, idólatras o antibíblicas. Allí las almas no serán alimentadas con la Palabra de Dios. Eso es malo, es como abandonar a un recién nacido a las puertas de un convento.
Además las campañas masivas de evangelización debilitan la obra de las iglesias locales y llevan a muchos a despreciar esa obra “pequeña”. Pero la experiencia prueba que la única evangelización sólida y verdaderamente eficaz se hace mediante el trabajo humilde, fiel y dedicado de los creyentes de una iglesia local. El resultado mencionado al comienzo de este párrafo también es malo.
Los resultados no son el criterio por el cual debe evaluarse un trabajo.
El diablo siempre está evitando a los fundamentalistas a cooperar, a unirse, a asociarse, a infiltrar las iglesias apóstatas permaneciendo en ellas, a dialogar. Un gran número cede ante esta tentación y abandona su posición bíblica, que el fundamentalismo. ¡Cuánto bien podrían haber hecho, cuántas gloriosas victorias podrían haber obtenido por y para el Señor si hubieran obedecido el simple y claro mandato del Señor de separarse de los hermanos desobedientes!
¡Debemos separarnos de los hermanos desobedientes que permanecen tolerando la incredulidad!
7. La separación bíblica incluye nuestro rechazo a afiliarnos a cualquier movimiento autodesignado como “cristianos”, aunque sostenga una buena causa, si ese movimiento u organización no es completamente fiel a la Palabra de Dios y no practica la separación.
El diablo está construyendo su iglesia única mundial, su iglesia ecuménica, por lo cual procura que toda iglesia se una al ecumenismo, junto con los modernistas, la Iglesia Católico-Romana, los neoevangélicos y los carismáticos y hasta con las religiones no cristianas mediante un esfuerzo por la paz mundial. Esta presión la sentimos todos. Ante esto tenemos que tener valor, por la gracia de Dios para decir: No, a muchas buenas causas que no son promovidas con fidelidad a Dios y su palabra.
El rey Josafat, de Judá, se unió con el malvado Acab para la buena causa de recuperar la estratégica ciudad de Remoth de Galaad. Para ello desechó Miqueas, el fiel profeta de Dios. El resultado fue que por poco pierde su vida y que al volver a Jerusalem fuera enfrentado por Jehú, fiel profetas del Señor:
“¿Al impío das ayuda y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues la ira de la presencia de Jehová será sobre ti por ello.” 2 Crónicas 19:2.
No supo decir: No, como Zorobabel:
“Oyendo los enemigos de Judá y Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová… dijéronle: Edificaremos con vosotros… Y díjoles Zorobabel…: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová, Dios de Israel…” Esdras 4:1-3.
8. Debo agregar ahora un hecho crucial: No podemos conservar nuestra posición bíblica si no somos militantes, combativos, respecto de ella.
“Hay que ser positivos” es una demanda del mundo que hace que muchos fundamentalistas permanezcan inactivos y silenciosos, mientras los neoevangélicos se apoderan de las iglesias, seminarios y de toda la obra del Señor que una vez fue fiel. Tratar de mantener una posición fiel y al mismo tiempo ser positivos, en el sentido que exige el humanismo, es adoptar una posición débil, irremediablemente. Es estar a medio camino entre los fundamentalistas y los neoevangélicos.
Una posición no se puede sostener, ni mantener, sin luchar, sin tener una actitud militante y una acción combativa. Esto, que en verdad en el reino temporal, lo es aún más en el reino espiritual. Cada vez que aparece un falso maestro o apóstol, una herejía, una práctica espiritualmente pervertida, como la música cristiana contemporánea, o se reúne donde nosotros estamos el Consejo Latinoamericano de iglesias (CLAI), el Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), la Confraternidad Evangélica Latinoamericana (CONELA) y cualquier organización apóstata o desobediente a la palabra de Dios, nosotros debemos levantar nuestra voz, denunciar el mal por todos los medios lícitos a nuestro alcance. No estamos llamados a agredir, insultar o introducirnos en sus reuniones para perturbarlas, pero sí a denunciarlas, a informar a los ingenuos que están en peligro de ser atrapados y engañados y, si nos dan la oportunidad de hablar, a exponer con sólidas razones bíblicas el por qué de nuestra posición.
En 1995 el CLAI celebró su asamblea continental en la ciudad de Concepción, Chile. Asistimos a sus sesiones mientras nos permitieron entrar, para informarnos de primera mano de su iniquidad, fuimos numerosas veces a la radio y alertamos a todos los numerosos evangélicos de esa región acerca de la apostasía del CLAI, redactamos un folleto con una síntesis informativa del CLAI para el pueblo evangélico y lo repartimos profusamente, incluso en una reunión masiva que habían convocado y que se realizó en el mayor estadio de la ciudad. El resultado fue que donde esperaban reunir 30.000 evangélicos sólo lograron juntar a unos 2.500 a 3.000.
No hay otra manera de sostener la posición que luchar eficazmente por ella. Si no luchamos, aunque pensemos mantenernos individualmente, seremos arrastrados por la apostasía abierta de los liberales, los errores místicos del carismatismo y la tibieza de los neoevangélicos, simplemente porque en tal caso también estaremos desobedeciendo al Señor que nos manda en su palabra que contendamos.
9. El Espíritu Santo nunca dirigirá a un cristiano a actuar en contra de ninguna palabra suya.
Especialmente los neoevangélicos, cuyo principal exponente ha sido hasta hace poco Billy Graham. y quien continúa siendo su líder más influyente, vienen a nosotros como hermanos. Nos presentan un ministerio muy atrayente para la carne, pero ignoran completamente los:”no lo recibáis en casa”, “salid de en medio de ellos”, “apartaos”, “no toquéis lo inmundo”. Cuando nos dicen que el Espíritu Santo nos lleva ahora en otra dirección, debemos reconocer la mentira, porque ese Espíritu del Señor nunca nos llevará en dirección contraria a la que él mismo nos señala en su palabra.
Digámosla cortésmente: No a sus pretensiones. A veces habrá que decírselos con voz de trueno, pero jamás les digamos Sí. Eso lleva al compromiso primero y a la apostasía después.
10. Es muy solemne el hecho de que Dios será muy severo con nosotros si dejamos el campo de batalla y la simple obediencia a su Palabra.
Esto lo ilustra muy bien la historia del joven profeta desobediente de 1º Reyes 13, donde el viejo profeta que le engaño no cayó bajo el juicio de Dios, pero sí el que desobedeció su explícito mandamiento, después de haber sido gloriosamente usado para testificar de la verdad. No será nada diferente con nosotros, a quienes Dios ha levantado como bandera contra la apostasía.
Es grande nuestro privilegio de ser hijos fieles, pero igualmente grande es nuestra responsabilidad de permanecer inconmovibles en el terreno en que nuestro Dios nos ha puesto.
11. Por último tengamos muy presente que la separación bíblica no requiere en modo alguno que nos apartemos de hermanos con los cuales diferimos en opinión sobre asuntos secundarios; o en asuntos meramente personales; o cuando se toman decisiones que realmente no implican desobediencia ni apartáis de la Escritura, pero que no nos agradan; o cuando diferimos en ciertas normas y prácticas estrictamente denominacionales.
Como fundamentalistas somos y debemos ser combativos, pero no debemos combatirnos entre nosotros. El diablo ha causado mucho daño a nuestra causa fundamentalista dividiéndonos sobre esa clase de asuntos e impidiendo que presentemos un frente unido contra la apostasía y los hermanos desobedientes.
¡Qué las palabras de Isaías 59:19b:
“…vendrá el enemigo como río, mas el espíritu de Jehová levantará bandera contra él”.
Resuenen y se mantengan firmes e inamovibles en nuestros corazones, como una verdadera arenga que nos llama e incita al combate!