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Si puedes recordar cinco preguntas, puedes guiar con confianza cualquier encuentro para testificar. Así es. Recuerda cinco preguntas principales y estarás en control de toda conversación que tengas acerca de tu fe. Imagina, sabrás exactamente dónde estás en una conversación y sabrás exactamente hacia dónde vas. No tienes que estudiar griego, no tienes que comprender de arqueología, sólo debes recordar cinco preguntas.
Antes de presentar las cinco preguntas, necesitamos estar de acuerdo en cuanto a cómo, cuando y por qué Dios salvará a un hombre o a una mujer. Aquí está una pista: Jesús dijo,
“...el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. La pregunta de un millón de dólares es esta: “¿Qué quiere decir esto?”
Para nacer de nuevo, una persona tiene que morir. ¿Implica esto que alguien tiene que suicidarse para llegar a ser un cristiano? No, Jesús estaba hablando de un nuevo nacimiento espiritual. La próxima pregunta de un millón de dólares es esta: “¿Cómo es que uno muere para que Dios pueda hacerlo nacer de nuevo?”
Una persona tiene que morirse a sí misma. John MacArthur lo dice de esta manera:
"Seguir a Cristo no se trata ni de usted ni de mí. Ser un cristiano no tiene que ver con nosotros; no tiene que ver con nuestro autoestima. Se trata de estar harto de nuestro pecado y nuestra desesperación por el perdón. Se trata de ver a Cristo como el Salvador invaluable—el que salva del pecado, de la muerte y del infierno—para que entreguemos todo lo que tenemos que entregar. Aun si nos cuesta nuestras familias, nuestros matrimonios y cualquier otra cosa que apreciamos y poseemos.
Aun puede costarnos nuestras vidas como Jesús dijo en Lucas 9.24.
No puede ser más claro que eso. Si usted trata de aferrarse a sí mismo, a su plan, a su agenda, a su éxito, a su auto-estima o a cualquier pecado, Dios no le dará ni el perdón ni la vida eterna.
Entonces, ¿de veras quiere seguir a Jesús? Le costará absolutamente todo." [Del libro Hard to Believe (Difícil de creer) por John MacArthur; pp. 10-11.]
Si una persona llega al Salvador con cualquier otro motivo salvo un deseo de estar a cuentas con Dios, esta persona no está lista para ser salva. Dios no salvará a nadie que tiene orgullo.
“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Santiago 4:6.
Santiago sigue describiendo cómo debe verse la experiencia de la salvación:
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Santiago 4:9-10.
La última pregunta de un millón de dólares (esto está llegado a ser costoso) es: “¿Cómo testificamos a alguien y así llevarlo al punto donde sus pecados le dan asco y él clama: ‘¡Dios, tenga misericordia de mí, un pobre ser pecador!’?”
Esta debe ser nuestra meta de cada encuentro para testificar. Queremos ayudarle al hombre a entender que él es pecaminoso por naturaleza y que por esto merece la ira de Dios... para que cuando oiga acerca de la cruz, será agradecido por el sacrificio que Jesús hizo por él.
Recuerda, Dios resiste al soberbio pero da gracia al humilde. Así que, ¿cómo podemos ayudarle a alguien a ser humilde delante de Dios? Para esta respuesta importante, vamos a tener que examinar cómo el mismo Maestro, Jesucristo, testificaba a la gente.
Cuando hacemos esto, descubrimos que Jesús dio la Ley a los soberbios y la gracia a los humildes. Puesto que esto es lo que Jesús hacía, esto va a ser nuestro principio guía:
La Ley para los soberbios, la gracia para los humildes. Veamos cómo Él hacía esto.
¿CÓMO TESTIFICABA JESÚS?
En Lucas 18:18-23, un hombre principal (un joven rico que gozaba de cierto privilegio en la sociedad de aquel entonces) se acercó a Jesús y le dijo, “Maestro Bueno”. Detengámonos aquí mismo.
Jesús respondió,
“¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Alguna vez te lo has preguntado?
Jesús estaba corrigiendo a este joven rico en su definición de “bueno”. Proverbios 20:6 dice:
“Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” Habiendo entrevistado a miles de personas, hemos aprendido que la mayoría de la gente cree que es bastante buena… “comparados con fulano de tal”. Es por esto que Jesús quería corregir al joven en cuanto a su entendimiento de “bueno”.
En vez de compararte con un caudillo terrible (o aun con un vecino cochino), compárate con Dios. La pregunta no es cómo te comparas a Sadam Hussein, sino ¿cómo eres comparado con Dios?
Entonces, ¿cómo te comparas a ti mismo con Dios? Compárate con la representación perfecta del carácter de Dios, los Diez Mandamientos. Veamos a Jesús hacerlo.
Ahora, el hombre principal le hace a Jesús la pregunta que a la mayoría de nosotros nos gustaría escuchar: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” ¡Bingo! Jesús tenía un pez deseoso de saltar directamente al bote. No hay mucho por qué preocuparnos aquí, ¿verdad? Tú y yo probablemente le habríamos dicho al joven rico, “Rápido, di una oración conmigo antes de que cambies de opinión. Pídele a Jesús que entre en tu corazón”.
Mira lo que Jesús dice en vez de eso. ¡Jesús le dijo que debería obedecer a los mandamientos! ¿Qué? ¿Estaba Jesús pasándola mal aquel día? Si hay alguien que sabe que es imposible guardar los mandamientos, es Jesús. Jesús vino a salvar al mundo porque nosotros no podemos guardar los mandamientos (ver Romanos 3:23). Entonces, ¿por qué Jesús le dio esa respuesta aparentemente equivocada? Continuemos con la historia.
El hombre principal respondió a Jesús, “Todo esto lo he guardado desde mi juventud.”. ¡Imagínate! Ese chico realmente creía que había cumplido con los mandamientos. ¿Sabes lo que reveló esto? Estás en lo cierto: la soberbia y el orgullo. (¿Recuerdas nuestro principio guía?) Entonces, Jesús cavó un poco más profundo. Jesús trató de revelar su orgullo usando la esencia de los primeros dos mandamientos. Cuando Jesús le mandó que vendiera todo lo que tenía para dárselo a los pobres, fue entonces cuando el hombre principal se quedó al descubierto. El hombre era culpable de amar al dinero más que a Dios. Sabemos esto porque la Biblia dice que “él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico”.
Jesús reveló que este hombre principal estaba lleno de orgullo y no era humilde. Si Jesús simplemente le hubiera dicho al hombre que dijera una oración, Él habría producido un falso convertido. El rico habría mantenido a su dinero como su dios y sus amigos cristianos constantemente habrían susurrado: “¿Por qué no se comportará más como un cristiano?”
¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? ¿Te has preguntado por qué tantas personas en nuestras iglesias no se comportan como cristianos? ¿Por qué no leen su Biblia? ¿Por qué no sirven como voluntarios? ¿Por qué no ofrendan?
Continúa: Manual para testificar (II): «¿Por qué los “cristianos” no se comportan como cristianos?»